Puedes dar las gracias a alguien que te ha prestado un servicio, te ha brindado una palabra o un acompañamiento pero dar las gracias solo por existir es vigoroso. Por ejemplo, agradecer a quien te dio la vida.
Da las gracias a tu madre que prestó su vientre y te amamantó; a tu padre, que eligió a tu madre y entregó su célula, apartando hechos dolorosos (abandono o ausencia). Esta gratitud es tremendamente poderosa, significa hacer consciencia de lo valioso que es estar vivo: “Yo Soy” en gracia divina.
La gratitud nos llena de alegría, mejora la sociabilidad y te conecta con la sensación de bienestar, comprobado científicamente. El Dr. Robert Emmons, de la Universidad de California, logró evidenciar que las personas agradecidas logran incrementar el sentido de la atención y su autoestima, entusiasmándose con facilidad y generando endorfinas (estado de felicidad).
La gratitud permite sentirse conectado socialmente, da sentido de pertenencia al clan y produce la emoción de ser contenido y apoyado. Esto eleva el nivel de confianza necesario para lograr metas, sueños, cambiar hábitos y crear nuevas realidades.
Agradecer es una decisión personal, es asumir una postura frente a cada momento que se vive. Agradecer los sucesos que llamamos “negativos” permite ver el aprendizaje que hay para el alma, dejándonos listos para el siguiente aprendizaje que, seguramente, será empoderador, trascendental y positivo.
La gratitud es la fuerza de transformación que complementa íntima e intensamente al amor, que es la fuerza de la creación.